jueves, 23 de mayo de 2013

Tecnología y cine

La tecnología presente en el cine
Para nadie es un secreto que el cine en nuestro país carece de apoyo, no solo para el hecho en casa, si no que la gente simplemente no va a cine.  Teniendo en cuenta esta afirmación podríamos decir que, infortunadamente, nuestro cine ha aportado poco o nada en materia de tecnología.






Una nueva ley de cine, un furor en la producción de largometrajes, es el despegue de una industria que promete convertir al país en la meca suramericana del celuloide. El problema: nunca una película colombiana ha superado dos millones de boletas vendidas y el cine tiene hoy menos de la mitad de la audiencia que tenía en 1998.
A los colombianos no nos gusta ir al cine. O por lo menos así lo evidencia la escasa venta de boletería y la última encuesta de consumo de medios, en la que el cine ocupa el último lugar en las preferencias de los ciudadanos, por debajo de la televisión, la radio, las revistas, internet y la prensa.

La lucha de la industria cinematográfica en Colombia no es sólo una cuestión de producción y de acceso, sino de goce y popularidad. Hoy se producen el doble de películas que hace cinco años, es continua la apertura de salas de proyección y el precio de la boletería es comparativamente más económico que hace 10 años.
 Con 68 largometrajes listados por el Ministerio de Cultura para 2012, y al menos 30 con fecha de estreno, somos testigos de la mejor época de la industria nacional. Aun así, los colombianos no gustamos del séptimo arte y mucho menos si se trata de películas colombianas.

Como cifra comparativa tenemos que  en 2011 se vendieron en Colombia 38 millones de boletas, 0,8 por cada habitante. En México, por ejemplo se vendieron 205 millones de boletas, casi dos por mexicano, y en España, que tiene una población similar a la colombiana, con 47 millones de habitantes, se reportaron 98 millones de boletas.
Una de las hipótesis sobre la poca popularidad del cine colombiano tiene que ver con que pareciera estar encasillado en la comedia y la violencia como las dos únicas maneras de hablar sobre la cultura colombiana.

Desde el año 2011, con el boom de las producciones nacionales, se nota un intento por innovar el relato y empezar a hablar de conflictos menos narco y más universales, que hasta ahora eran objeto de documentales o cortometrajes. Cintas como Sofía y el terco, Sin palabras o Gordo, calvo y bajito (todas de 2012) son una apuesta por poner en escena la colombianidad en situaciones convencionales como el amor entre un nativo y una emigrante, la rutina del matrimonio y los problemas laborales.
Así mismo, con el estreno de tres películas de drama y terror entre 2011 y 2012: El páramo, La cara oculta y El resquicio, se percibe un intento por ahondar en la narrativa del terror y el suspenso, poco usual en el cine nacional. Pero a la hora de hablar sobre tecnología salida del cine a Colombia le falta mucha tela por cortar; Simplemente no se ha producido y no se ve en el lejano horizonte ningún largometraje sobre ciencia ficción.

El cine en Colombia es una industria de 115 años que no termina de comprenderse. A diferencia de la televisión, que llegó al país con 20 años de retraso, el cine fue un invento que aterrizó en Colombia dos años después de ser presentado por los hermanos Lumiére en París en 1895. Le tomó consolidarse más de 40 años debido a las guerras de principio del siglo y al cierre de los únicos laboratorios de películas en la década de los treinta.
Hoy, cuando se puede hablar del momento dorado del cine nacional, todavía son muy parcas las respuestas del público. En Colombia hay dos categorías de cine que no existen en otro país: el cine arte y el cine colombiano. Como si se tratara de géneros cinematográficos como el drama, la comedia, el suspenso o el thriller, las salas de cine y las tiendas de distribución categorizan el cine que no es de Hollywood bajo la etiqueta de cine arte (con un aire de incomprensión y complejidad) y al cine colombiano como... cine colombiano.

Nunca una película colombiana ha logrado superar los dos millones de boletas vendidas. Este año, cuando se estrenaron al menos dos cintas nacionales por mes, cabe preguntarse si hay audiencia para tantas producciones. Y pensar si, antes de elevar la producción nacional a punta de la distribución de recursos, falta hacer una reflexión colectiva sobre el sentido del séptimo arte en el país y la necesidad de descubrir que la cultura y el entretenimiento no son exclusivos de Hollywood. Es eso o seguir haciendo películas que sólo sean aplaudidas en festivales fuera del país.

No hay comentarios:

Publicar un comentario